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Blog de Historia del periodismo

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Dios en la era tecnológica: entre la tecno-espiritualidad y el tecno-paganismo

 

MADRID (1/08/2010). © Redacción de Historia del periodismo (Equipo de RHP)

                                      Más información en: Ciberapostolado  

 

Hoy día, una especie de religión o espiritualidad tecnologista constituye en el fondo una desviación de los anhelos más profundos del hombre, que es por naturaleza un ser teologal, abierto desde el fondo de su alma a un encuentro con Dios. En medio del clima de relativismo y funcionalismo que vivimos, en el que la mentalidad tecnologista encuentra perfectamente el caldo de cultivo ideal para difundirse, no sorprende que aparezcan todo tipo de extravíos en la búsqueda de Dios, enraizada profundamente en la naturaleza humana. Si no se da el encuentro con el Dios verdadero, el ser humano parece dispuesto a entretenerse con algún sucedáneo.

 

Algunos ya consideran que "el desarrollo de la tecnología ha traído un renacimiento religioso a nivel mundial", pero, claro está, muchas veces sin la figura del Dios tradicional. Han brotado así diversas expresiones de lo que se podría llamar "tecno-espiritualidad". Se trata de una mezcla ecléctica de elementos espirituales con un poco de magia o esoterismo, gnosticismo, métodos y prácticas de meditación y técnicas de dominio personal que frecuentemente se vinculan al desarrollo tecnológico, sobre todo, al universo de la informática. Se difunde entonces un conjunto de creencias y una pseudo-ética que no tienen verdades definidas, pero que se sustentan en una paz colectiva en sintonía con una naturaleza imaginaria y bucólica, una suerte de tranquilidad simbiótica con el planeta o un nuevo tipo de panteísmo tecnologista que, en el fondo lo que ofrece -como se ve claramente en el caso del New Age- es una tecno-espiritualidad o espiritualismo sin trascendencia, en donde la tecnología es presentada como el vehículo de una nueva etapa de autoconciencia espiritual. Incluso, emerge como una espiritualidad que reúne sincréticamente a la ciencia y a la religión y se inserta en la vida cotidiana de las personas. Por eso, quizá, tenga algo de razón Mark Dery cuando afirma que "la muerte de Dios simplemente ha abierto el camino para una teología de la tecnología"; una "teología inmanentista y secularizada" obviamente, "una auténtica ateo-logía" o e-ateo-logía.

 

Y es que, precisamente, en este clima de tecno-espiritualidades y tecno-paganismos algunos opinan que "el desarrollo tecnológico estaría llevando a la humanidad a un nuevo estadio en su evolución". Participaría en la etapa actual del proceso todo lo inanimado, incluido lo artificial. El nuevo gran factor que estaría empujando el proceso evolutivo sería la tecnología informática. Se trata pues, de una tecno-evolución.

 

Kevin Kelly -quien afirma sin ulterior precisión que su primer contacto con Internet fue "una experiencia religiosa"- es uno de los que defiende esta absurda pretensión: "La última revolución en la tecnología -sostiene Kelly- será el abrazar el cambio evolutivo". James Bailey, en una línea semejante, opina que "las computadoras son el entorno para un tercer nivel de evolución: la evolución de los bits". Para muchos se trata además de una evolución que tiende hacia lo espiritual y que sería como la etapa final de la historia de la humanidad, apoyándose para ello en el sacerdote paleontólogo jesuita Pierre Teilhard de Chardin.

 

Jennifer Cobb es una de las que propone esta extravagante idea. Presentándose como una seguidora de Teilhard de Chardin, se suma a lo que propone uno de los gurús de la tecno-espiritualidad, John Perry Barlow: "El punto de toda evolución a esta etapa es el crear un organismo colectivo de mente. Con el ciberespacio estamos esencialmente cableando (interconectando) la noósfera". Como se puede apreciar, el ciberespacio jugaría un papel decisivo en la nueva etapa de la evolución, ya que "es sobre todo una extensión de la creatividad divina". La evolución involucraría en este estadio la participación de lo artificial. Es más, en cierto sentido lo artificial sería como el nuevo motor. Juega en esto un papel central la tecnología informática: "Las computadoras que hemos creado -señala la Cobb- nos están movilizando hacia adelante en nuestro camino evolutivo. Es nuestra responsabilidad movilizar nuestra comprensión sagrada con nosotros".

 

Si tenemos en cuenta alguna de estas extravagantes opiniones, podríamos comprender un poco mejor cuál es el ridículo concepto de Dios, que emerge de esta forma de evolucionismo tecnológico. Se suele afirmar claramente que se trata de una nueva forma de lo divino. Pero, ¿cuál podría ser esa nueva forma? Se trata de un tipo de panteísmo que incluye lo artificial. Con lo cual lo artificial adquiere vida, sobre todo "vida divina". ¿Qué puede significar eso? Es difícil saberlo, ya que sus descripciones son totalmente vagas.

  

     

 

Como es fácil de constatar, las fantasías de una tecno-evolución con su nueva forma de divinidad también se han presentado en los investigadores de la vida artificial. Cada vez resulta más frecuente descubrir propuestas que anuncian el arribo de una era post-humana que sería el culmen de la evolución de la humanidad.

 

Earl Cox, uno de los impulsores de estas iniciativas, titulaba un libro que escribió con el paleontólogo Gregory Paul de la siguiente manera: Más allá de la humanidad: revolución cibernética y mente futura. Allí, entre otras cosas, afirma que "la tecnología permitirá muy pronto que el ser humano cambie hacia algo distinto y pueda escapar de la condición humana". Pero advierte: "Éste no es el fin de la humanidad, tan sólo de su existencia física como una forma de vida biológica. El género humano se unirá a nuestros compañeros recién inventados. Trasladaremos el contenido de nuestras mentes a naves creadas por nuestros niños-máquina y con ellos exploraremos el universo... Liberados de nuestra frágil forma biológica, inteligencias humano-artificiales se desplazarán hacia el universo... Un sistema combinado de mentes de ese tipo, representando el triunfo definitivo de la ciencia y la tecnología, trascenderá los tímidos conceptos de deidad y divinidad sostenidos por algunos teólogos actuales".

 

 

 

Todo este tipo de disparatadas pretensiones de religiosidad o espiritualidad tecnológica muestran hasta qué punto se ha difundido la mentalidad tecnologista en la sociedad actual. Como se ha visto, los argumentos que esgrimen a favor de sus fantasías no tienen ninguna seriedad. Los asumen, además, como una creencia, cerrados a toda crítica. Simplemente se apoyan en el poder de la tecnología y en la idea de que la racionalidad tecnológica es el nuevo paradigma de aproximación a la realidad que permitirá explorar y conquistar nuevos mundos, y así construir la utopía tecnológica que llegaría a través de la tecno-evolución. Así pues, para este tipo de planteamientos, en un universo tecnologizado hay que producir eficazmente un nuevo dios y una nueva religión a la medida del nuevo paradigma.

 

Pero, Dios al pensar en el hombre visualizó un ser que pudiera reproducir su carácter y su voluntad. Dios reprodujo en nosostros su propia gloria, tal como lo expresó el apóstol San Pablo: "porque hemos sido hechos a su imagen y semejanza, creados en Cristo Jesús para las buenas obras, las cuales Dios ha preparado para que de antemano participasemos en ellas" (Efesios 2: 10). Dios diseñó un hombre justo, amoroso, feliz, que pudiera convivir en sociedad, pero, ante todo, que pudiese disfrutar de una comunión intima y permanente con el Creador. Y aunque Dios creó al hombre para que le adorara, no quiso que él lo hiciera por obligación, sino que le entregó una voluntad incondicional y una razón que le diferenciase de las bestias ♦

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